¿Cuándo es el mejor momento para desarrollarla?
Existen una serie de situaciones que generan la necesidad de plantearse el desarrollo o la evolución de la arquitectura de marca en un negocio:
Creación de marca. En el momento de sentar las bases estratégicas de una marca, ya sea su primer posicionamiento o su reposicionamiento, es muy importante definir cómo se va a relacionar con el resto. Por ejemplo, alguien que está empezando a montar un negocio de accesorios para el hogar (decoración, textil, utensilios…) y necesita definir cómo va a ser su marca.
Crecimiento. Cuando una empresa crece, aparecen nuevos departamentos, divisiones, unidades de negocio, tipologías de producto… esto hace que sea imprescindible poner orden. Por ejemplo, una marca de cosmética especializada en cremas que ha tenido mucho éxito, y ahora quiere lanzar una línea de perfumes.
Fusiones y compras. El aumento de las capacidades de negocio añade una capa de complejidad que se debe simplificar. Por ejemplo, una empresa B2B que ofrece software con funcionalidades concretas, se fusiona con otra para sumar esfuerzos y ampliar las funcionalidades que pueden ofrecer.
Segmentación de mercado. A veces las marcas tienen la necesidad de diversificar su propuesta y dirigirse a nichos específicos. Para ello, la arquitectura de marca es muy útil. Por ejemplo, una negocio dedicado desde siempre a la alimentación tradicional que decide lanzar una gama de productos gourmet para los paladares más exquisitos.
Expansión global. Al desarrollar un negocio en otros territorios, es habitual encontrarse con características de mercado distintas, por lo que es clave tener las marcas estructuradas. Por ejemplo, una marca de domótica que se está abriendo mercado en otros países y necesita estructurar su oferta actual.